sábado, 7 de septiembre de 2013

Francisco y la Perfecta Alegría - poesía

FRANCISCO Y LA PERFECTA ALEGRÍA
Anónimo

Era de invierno y Francisco
con León, por el sendero,
en una tarde de enero,
habló de Dios a su amigo.

Sabes acaso, le dijo,
¿qué es la perfecta alegría,
y en qué cosa yo sabría
que conozco a Jesucristo?

Dime, Padre bien amado
tu secreto y tu misterio
pues yo quiero conocerlo
y caminar a su lado.

Oh León, mi fiel amigo,
testigo de lo que siento,
escribe mi pensamiento
y escucha bien lo que digo.

Aunque todos los maestros,
los sabios y los doctores,
los prelados y Señores
lleven el hábito nuestro...

Aunque los reyes, los nobles,
los ricos y los pastores
se incorporen a la Orden
y su número sea enorme...

Escucha León y escribe
que no es esta la alegría,
que solo brota en la vida
de Jesús que nos recibe.

Aunque frailes predicando
conviertan a los infieles
y por ellos Dios hiciere
gran cantidad de milagros...

Aunque todos fueran santos
y expulsaran mil demonios
y tuvieran los tesoros
de la ciencia entre sus manos...

Escribe León y escucha
que no es perfecta alegría
la que no está en armonía
con Jesucristo y sus luchas.

Si una noche, en crudo invierno,
regresamos al convento,
muertos de frío y hambrientos
deseando el calor del fuego...

Si al abrirnos, el portero,
no nos conoce y nos echa
a la intemperie que acecha
en medio del aguacero...

Si nos ve tan pordioseros
que no oculta su desprecio
y aunque le muestre mi aprecio
me trata como un grosero...

Te digo León y escribe,
que la alegría perfecta
es tener la puerta abierta
del corazón que recibe.

Si no pierdo la paciencia
ni me quedo perturbado,
y si en Jesús flagelado
soporto toda inclemencia...

Si con Él crucificado
bendigo al que me maldice,
perdono al que me persigue
y me quedo anonadado...

Si al mal respondo tranquilo
aunque sea maltratado
y en Jesús resucitado
tengo el tesoro escondido...

Es ésta, León, escribe,
la alegría que no pasa,
porque edifica su casa
sobre la Roca que vive.


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